Coronavirus (COVID19) y crisis sanitaria global.
- Colaborador de Jurisconsulto Editorial
- 1 abr 2020
- 8 Min. de lectura
La salud humana y la sanidad: ¿Bienes públicos o bienes comunes? Perspectivas políticas y desafíos ambientales.
Por LEANDRO MARTIN LANDÓ
(Leg. 110731)

El presente artículo tiene como fin reflexionar y generar algunas conclusiones primarias en relación a la actual situación mundial y sus derivaciones jurídicas, políticas y económicas, desde un enfoque ambiental.
Hace poco más de 3 meses que la humanidad entró en este proceso crítico del coronavirus, y hace unas pocas semanas la OMS califico a la enfermedad como pandemia[1], generando un cataclismo político-económico sin precedentes y de incierta magnitud.
Lo que sí sabemos es que muchas de las consecuencias parecieran asemejarse a las realidades que vivieran nuestros padres y abuelos en tiempos de grandes guerras. A saber: escasez, depresión económica, cierre de fronteras, crisis política, cese del intercambio, muertes masivas, precariedad, colapso de servicios públicos, etc.
Desde el campo médico-biológico, exceptuando el punto de la eventual cura, la cuestión pareciera estar más o menos clara. Un virus ya conocido que muto, nos desbordó y pone en jaque, prácticamente, todos los sistemas sanitarios nacionales e impacta fuertemente en grupos poblacionales de adultos mayores (más de 60 años)[2]. Se sabe por estadística que la letalidad es baja, pero la tasa de contagio es alta[3]. Esto ha llevado a algunos líderes políticos a afirmar que, probablemente, la mitad de la población o más contraerá coronavirus (Merkel, Macron, Sanchez)[4]. Y este es el motivo principal, por el cual, cualquier sistema sanitario está bajo amenaza[5].
Pero desde el campo jurídico advertimos algunos desafíos a partir de la dinámica de los hechos conocidos. Vale aclarar que, por rigor empírico, descartamos teorías conspirativas e intencionalidades, con lo cual, nos limitamos a describir y analizar la información existente.
Sabemos que en diciembre se generó un foco infeccioso en la ciudad de Wuhan (China), aparentemente, como consecuencia de la ingesta de animales vivos, vinculada con hábitos tradicionales de la población local (según surge de informes oficiales)[6] [7]. A partir de ese momento, China comenzó con la toma de medidas sanitarias en el afán de evitar una escalada y lograr sofocar la enfermedad. Evidentemente, los resultados no fueron óptimos. Turismo, intercambio comercial y/o transporte internacional generaron una expansión del virus.
Ante ese panorama, podemos advertir como ciertos hábitos culturales o tradiciones locales de un país, carentes de rigor sanitario, pueden generar un foco infeccioso capaz de resultar en eclosión sanitaria nacional y/o global. Asimismo, resulta evidente que las decisiones y políticas sanitarias de un estado, a los fines de la contención o solución, influyen positiva y negativamente en los restantes estados, por la dinámica propia de la evolución de una enfermedad como el coronavirus.
Con todos esos datos, podríamos inferir que la salud humana y la sanidad trascienden la órbita del interés nacional. Si antes existía algún nicho de discusión al respecto, ese debate está casi terminado ante la realidad actual. La salud humana y la sanidad superarían la categoría de bienes públicos exclusivos de los estados, y se perfilan como bienes comunes, de conformidad con lo que en el campo jurídico desarrollamos por teoría de los bienes comunes[8].
Y esta afirmación puede ser validada a partir de algunos experimentos mentales, y de su confrontación con la evidencia científica de otras disciplinas. Por ejemplo, imaginemos que sucedería si esta enfermedad comenzare a trasmitirse entre especies, como sucedió con la Gripe A y tantas otras patologías. Sabemos que en Hong Kong existe una sólida sospecha relacionada con la trasmisión del coronavirus de humanos a mascotas (perros)[9]. A la vez, ningún profesional de las ciencias biológicas puede garantizar que ello no fuera posible y/o que en el futuro no pudiera generarse una nueva mutación que derivare en una trasmisión descontrolada a otras especies vivas. Imaginemos la dimensión del daño. No solo una afectación a las mascotas hogareñas, sino también una potencial amenaza a todos los animales, incluidas aquellas especies destinadas a producción de alimentos. Vayamos más allá en la proyección mental. Todo el sistema de producción animal bajo amenaza y, consecuentemente, la escasez de alimentos por contaminación o enfermedad (escenario hipotético).
A la luz de ciertos antecedentes y con la dinámica de los hechos actuales en proceso, aparece como un escenario apocalíptico, pero posible. Por lo tanto, observe el lector como ciertas actividades antrópicas culturales, de riesgo sanitario evidente, son potencialmente capaces de comprometer no solo la salud de los seres humanos, sino también la salud de las restantes especies, y con ello, la diversidad biológica, respecto de lo cual, la disciplina jurídica tiene un amplio desarrollo en relación a los deberes y limites que debemos observar como especie, en nuestro comportamiento y obrar. La especie humana es la única capaz de reflexionar sobre sus actos y discernir cabalmente entre lo riesgoso o no riesgoso. Sin embargo, así y todo, en muchas ocasiones incurre en riesgos evitables.
En conclusión, puede que la crisis del coronavirus nos dirija a un nuevo orden jurídico internacional, en el cual, la salud humana y la sanidad ya no se conciban como bienes públicos cuya tutela concierne a cada estado por separado, sino como bienes comunes parte del macro bien común ambiente, cuya tutela trasciende a las fronteras y a los intereses nacionales. Ante este paradigma, que bien podría tomar fuerza a futuro, la OMS se verá obligada a enfatizar aún más en sus funciones y fortalecer el trabajo para la internacionalización de la salud, incorporando la dimensión ambiental en sus próximos instrumentos y trabajando muy estrechamente con los organismos vinculados al desarrollo sustentable y la preservación de la biodiversidad, entre otros. Surge el interrogante: ¿es posible un órgano supra estado, con poderes y facultades propias, capaz de vertebrar y ordenar la política sanitaria mundial?
Párrafo aparte merecería una exhortación a China, y otros países, para que en el futuro atiendan y moderen todos aquellos hábitos culturales de sus poblaciones, que violentan el razonable sentido común sanitario y ponen en riesgo al sistema global con sus distintos equilibrios. Hay tradiciones locales o nacionales que, sin importar una violación directa a los derechos humanos, pueden generar un riesgo para nuestra especie e incluso para la biodiversidad en su totalidad. Es necesario intervenir sobre esos patrones culturales.
"¿es posible un órgano supra estado, con poderes y facultades propias, capaz de vertebrar y ordenar la política sanitaria mundial?"
Perspectivas futuras y nuevos desafíos ¿Se precipita un nuevo orden geopolítico?
Ya están ocurriendo algunos eventos específicos que abonan a la postura expresa en líneas anteriores. En Estados Unidos, por ejemplo, hay importantes estudios jurídicos que presentaron o presentaran demandas colectivas contra el Estado Chino por la crisis sanitaria del COVID19[10]. Es de esperar que en el campo jurídico se desarrolle un debate relacionado con esta cuestión, y desde aquí lo auspiciamos.
Sin embargo, la cuestión más complicada está vinculada a la geopolítica. Quienes propiciamos un desarrollo teórico y práctico de la tutela ambiental sabemos que su eficacia está directamente vinculada a la progresividad de los instrumentos internacionales. El derecho ambiental internacional funciona como faro y promotor para una correcta protección de los bienes comunes. Por lo cual, un mundo globalizado es un escenario más o menos permeable para la promoción de esas herramientas. En definitiva, la integración genera problemas, pero también oportunidades. En ese esquema, un adecuado trabajo político internacional puede generar avances. Así ha ocurrido siempre. Las luchas colectivas triunfan mediante conquistas políticas y se materializan en construcciones jurídicas concretas (tratados, pactos, constituciones, leyes, etc).
Es evidente que estamos transitando un periodo de auge de nacionalismos, especialmente de aquellos que se caracterizan por ser abiertamente xenófobos y excluyentes. Y los líderes nacionalistas (muchos de ellos en funciones de importancia) atacan y cuestionan la globalización. El mundo globalizado post caída del muro de Berlín y Consenso de Washington, está llegando a su ocaso tras casi 30 años de hegemonía. La disyuntiva cómoda entre Socialdemocracia y Neoliberalismo, que propiciaba un mundo global donde podían ocurrir ciertos avances y retrocesos en materia de derechos sociales y colectivos, ya no va tener lugar. Tanto Trump como Putin fueron dando una estocada tras otra al globalismo. Ambos presidentes buscan las zonas de confort para sus respectivos países apoyándose en los vectores nacionales. Basta con observar las medidas políticas de los últimos 2 años para poder advertirlo.
A partir de la crisis sanitaria mundial por coronavirus nada será igual y, probablemente, asistiremos a una precipitación del final del mundo globalizado tal como lo conocíamos. Hay que estar preparados para la inminente producción de un nuevo “Yalta” en el cual se delineara un nuevo orden. Y ante ese escenario, las anquilosadas estructuras internacionales no parecieran estar a tono ni agiornadas para la defensa de intereses superiores. Quiero decir, veo a la ONU cada vez menos Organización de las Naciones Unidas y más parecida a la Sociedad de las Naciones de preguerra mundial en la década de 1930[11].
En este marco de ideas, y de producirse estos eventos, es posible que ocurra un declive del ordenamiento jurídico internacional protectorio, un abandono masivo de tratados por parte de las potencias (o su condicionamiento de facto) y, consecuentemente, un inexorable deterioro del ambiente. Todo ello si se tiene en cuenta que la economía mundial quedara gravemente resentida para el final de la crisis, lo cual llevara a los gobiernos nacionales a una priorización del crecimiento económico, incluso a costa de la salud y el patrimonio común. El ambiente no será prioridad ni habrá empatía social para la promoción de su protección. Es de esperar que, tanto líderes políticos como operadores económicos internacionales, especulen con ello y promuevan acciones de regresión o retroceso de los derechos sociales y colectivos.
"la ONU cada vez menos Organización de las Naciones Unidas y más parecida a la Sociedad de las Naciones de preguerra mundial en la década de 1930."
Entendemos que los operadores jurídicos y políticos nos debemos un debate preventivo y preparatorio para un escenario como el descripto. Sin embargo, estamos viendo como algunos países importantes omiten o demoran las medidas sanitarias paliativas, bajo pretexto de sostener la actividad económica. Si bien todas las proyecciones coinciden en señalar que se avecina una fuerte recesión, no se puede ni se debe minimizar que ese deterioro económico podría generar un contexto propicio para la toma de ciertas decisiones que impactaran negativamente al ordenamiento jurídico protectorio (reformas previsionales regresivas, flexibilización laboral, relajamiento de la tutela ambiental, etc). En los últimos días hemos escuchado declaraciones poco responsables y carentes de sentido, de parte de líderes como Bolsonaro (Brasil), Johnson (Inglaterra), Trump (Estados Unidos) y Lopez Obrador (Mexico)[12]. Amén de las críticas validas, es necesario comprender que la cuestión económica no debe ser relegada.
Por eso, resulta pertinente incorporar a la disciplina económica al debate preventivo y preparatorio. Es prioritario un dialogo generoso entre juristas, médicos, economistas y políticos. De profundizarse la secuencia de hechos geopolíticos, el desafío será enorme y es preciso actuar con una anticipación y amplitud tal que sea capaz de prevenir una regresión jurídica de facto.
Por último, traigo a análisis y discusión la tesis del Papa Francisco en relación al concepto de III Guerra Mundial en cuotas o por partes. Porque no son pocos quienes califican a esta pandemia como una guerra. Y si en efecto le cabe esta calificación, remitiéndonos a la reciente escalada diplomática y de declaraciones públicas entre Estados Unidos y China, tal vez este capítulo de la historia contemporánea sea una parte más de esa III Guerra Mundial en cuotas y, una vez más, se estaría confirmando la reflexión papal en relación a la existencia de un estado bélico global.
Publicado en fecha 26/03/2020
El autor es abogado especializado en Derecho Agrario
Docente e investigador de la materia Derecho Ambiental de la carrera de Abogacía
Universidad Nacional de La Matanza, Universidad de Morón y Universidad Nacional de Lomas de Zamora
[1] Declaración de la OMS 11/03/2020.-
[3] Informe evolución de la pandemia OMS 23/03/2020.-
[4] Declaraciones públicas entre fechas 11/03/2020 y 20/03/2020.-
[5] Edgardo Knopoff (Medico Htal. Pinero – Docente UBA), Opinión en nota de Leandro Boyer en Diario La Voz del Interior, 20/02/2020.-
[6] Reporte oficial sobre Coronavirus de la República Popular de China (2020).-
[7] Informe sobre Coronavirus, Revista Nature, 03/2020.-
[8] OSTROM Elinor, “El Gobierno de los bienes comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva”, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, Año 2011.-
[9] Comunicado oficial 04/03/2020, Departamento de Agricultura, Pesca y Conservación (AFCD) de Hong Kong.-
[10]https://www.infobae.com/america/eeuu/2020/03/23/un-bufete-de-abogados-lanzo-una-demanda-colectiva-contra-el-regimen-chino-por-causar-la-pandemia-del-covid-19/
[11] La afirmación es una opinión del autor. La Sociedad de las Naciones fue una asociación de estados que precedió a la ONU a principios del siglo XX y fue disuelta luego de la II Guerra Mundial (Wikipedia).-
[12] Declaraciones públicas entre fechas 18/03/2020 y 25/03/2020.-
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